Simplemente el mejor, Rafael Nadal


El tenis en tierra batida es un deporte en el que juegan dos y siempre gana Rafael Nadal. La tiranía del balear en su superficie favorita se extendió en las semifinales de Roland Garros tras derrotar a Novak Djokovic, el mejor jugador del planeta, por 6-4, 3-6, 6-1, 6-7(3) y 9-7, en 4 horas y 37 minutos. La victoria sitúa a Rafa en la frontera de los récords. Nadie ha repetido ocho veces como campeón en el palmarés de un mismo 'Grand Slam'. Y nadie ha decantado a su favor 59 partidos en las pistas del Bois de Boulogne. Nadal tiene 58, empatando la marca de Guillermo Vilas y Roger Federer.


Hacía sol en París, tal y como se había anunciado, a pesar de la tormenta momentánea del jueves en medio de la primera semifinal femenina entre Maria Sharapova y Victoria Azarenka. El clima era el primer punto a favor de Nadal, tampoco hacía viento, en su intento de doblegar la resistencia de Djokovic, número 1 mundial y uno de sus dos verdugos en la presente temporada en la final de Montecarlo. El otro había sido Horacio Zeballos en la última ronda de Viña del Mar.

Los efectos de Nadal se multiplicaban sobre la arena, lo que dificultaba la devolución de su rival, con unos patrones de juego más acordes a la pista rápida. Pero Djokovic se había puesto entre ceja y ceja que 2013 era el año de completar el 'Grand Slam' y el único de los grandes trofeos que resta en su palmarés es Roland Garros. El serbio, con el carácter ganador propio de los balcanes, como otros ilustres de su país, dígase Dejan Bodiroga, 'Sasha' Djordjevic o Vlade Divac, ahora Ministro de Deportes, aguantaba las primeras envestidas. Se anotó los cinco primeros puntos con un arsenal de golpes ganadores sólo a su alcance.

Sabía que una de las claves del partido pasaba por decantar a favor la manga inicial. No era casualidad que sus tres victorias anteriores ante Rafa sobre polvo de ladrillo, en Madrid y Roma 2011, y Montecarlo 2013, habían sido en apenas dos sets. Todo lo que fuera llevar el desenlace a una batalla mental y física favorecía al heptacampeón del torneo. El 'plexicushion' del Open de Australia, donde disputaron una final de 5 horas y 53 minutos en 2012, que cayó del lado de 'Nole', fue una excepción. "No quiero llegar a eso", pedía 'Nole' en la previa.



El ritmo del partido iba camino de otro maratón. Los juegos al saque de Djokovic eran cortos pero los de Nadal duraban una eternidad. También por los prolegómenos que se toma el manacorí en el momento de poner en juego la pelota. Eso le costó dos amonestaciones por tiempo. El serbio ya no bota 17 veces la bola como antes.

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